Potencialidades desperdiciadas
Lo importante es eliminar posturas de victimización que a la larga no consiguen otro resultado que la exclusión social
Diario El Comercio Miércoles, 31 de octubre de 2007
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2007-10-30/potencialidades_desperdiciadas.html
Por Enrique Bernales Ballesteros. Jurista
Leí con interés el artículo del presidente García en las páginas de este diario (publicado en El Comercio el pasado domingo 28). Es verdad que el Perú tiene muchos recursos que desperdiciamos como consecuencia de no saber darle 'valor' a nuestras potencialidades. Como dice el presidente, muchos de los bienes y recursos que el país tiene "no se pueden poner en valor ni vender ni se puede invertir en ellos ni generar empleos con ellos". El tema es fundamental y comparto la inquietud por la manera despreocupada con que los peruanos desperdiciamos nuestros recursos sin explotarlos y, en algunos casos, espantando la inversión privada.
Pero también hay que decir que muchas veces esos recursos se pierden más que por el desaprovechamiento o el boicot, por el mal diseño del marco institucional. El tema lleva entonces a plantear como una de las premisas básicas para una correcta utilización de los recursos con los que cuenta el país, una reforma integral y profunda del Estado. De esa manera, una eficaz modernización de los aparatos que tienen que ver con la producción y al mismo tiempo la existencia de planes estratégicos y de personal técnico calificado, así como de políticos idóneos en los cargos de representación, ofrecerían una mejor capacidad de negociación y de acuerdos concertados que involucren tanto al inversionista nacional o extranjero, como a las poblaciones concernidas en proyectos que tengan un efectivo horizonte de desarrollo humano.
Por ejemplo, una reforma que profundice la descentralización transfiriendo no solo recursos económicos a las regiones sino también asesoría técnica y procedimientos administrativos modernos sería un paso importante, como lo sería dotar de un mayor protagonismo a las provincias. Asimismo, es fundamental que el marco institucional favorezca la inversión y que se definan mejor los derechos de propiedad.
También sería conveniente cortar con el pernicioso hábito de aprobar leyes que carecen de sustento técnico, que no responden a objetivas demandas sociales y que se inscriben más bien en la órbita de los intereses de tipo clientelístico o electoral en general. Por lo general, estos excesos legislativos no hacen otra cosa que crear un marco jurídico complejo, cuando no confuso y enredado, que significa dificultades para la inversión y la seguridad jurídica que es indispensable para las actividades económicas. Por lo demás, estos excesos también afectan la claridad y eficacia de los procedimientos administrativos en el sector público.
De otro lado, lo que el presidente García llama "El síndrome del perro del hortelano" obedecería al infantilismo de algunos sectores radicales que se oponen a todo, muchas veces por elaboraciones ideológicas, carentes de sensatez y realismo. Este radicalismo de corto plazo suele afectar los intereses de las poblaciones a las que presuntamente se defiende, sea por el recurso a posiciones dicotómicas, sea porque introduce como elemento pernicioso la desconfianza, neutralizándose espacios y mecanismos que a través del diálogo podrían acercar y equilibrar posiciones, entre empresa, poblaciones y gobierno. Por esta vía se podrían, en cambio, lograr acuerdos concertados que permitan salir de los entrampamientos que hoy en día se presentan en sectores como la minería, la ganadería, la agricultura, etc. Lo importante es eliminar esas posturas de victimización que a la larga no consiguen otro resultado que alimentar la exclusión social, porque como indica la experiencia histórica, cuando hay menos inversión, hay menos tributos, el Estado es más frágil, hay menos empleo y, por consiguiente, más pobreza.
En conclusión, el Perú requiere de la buena voluntad de los peruanos, pero también de un paquete de reformas que permitan trabajar al hortelano, al campesino y al minero, sin nadie que les ladre al costado.