Carlos Ponce del Prado, el amigo y el profesional
por Marc Dourojeanni
Carlos Federico Ponce del Prado apareció en mi vida un día cualquiera de 1967, entrando a mi oficina de la Universidad Nacional Agraria de La Molina. Poco antes me había llamado el Director del Servicio Forestal y de Caza, el Ing. Flavio Bazán Peralta, pidiéndome que conversara con Ponce y que le diera mi evaluación sobre su capacidad para asumir un cargo en el Servicio Forestal. Bazán me explicó que Ponce era sobrino de un amigo suyo y que estaba procurando un empleo, algo difícil a su regreso de la Unión Soviética, donde había obtenido una licenciatura en agronomía con una tesis sobre camélidos sudamericanos. El tío de Carlos, amigo de Bazán, era por entonces diputado y Presidente del Partido Comunista del Perú, lo que explica sus estudios superiores en la Unión Soviética. De hecho, a pesar de la discreción de Carlos, era evidente que él nunca tuvo afinidad con la izquierda bolchevique.
Obviamente, mi evaluación fue positiva y Carlos inició así su vida de funcionario del Ministerio de Agricultura en el área de conservación de la naturaleza. Entró como especialista para el programa de manejo de vicuña (1967-1969) y en 1969 fue nombrado Jefe de la División de Parques Nacionales. En 1968 fui a Bélgica para hacer mi doctorado y, para mi sorpresa y delicia, Carlos Ponce llegó un año y poco después, para hacer un postgrado en la Universidad de Lieja. Fue allí donde nuestra amistad realmente comenzó pues, aunque en diferentes ciudades, los peruanos nos reuníamos con frecuencia aprovechando del pequeño tamaño relativo del país que nos acojía.
El destino quiso que en 1973, dos años después de regresar al Perú, yo fuera llamado a ocupar el cargo de Director General de la Dirección General Forestal y de Fauna, organismo que había sustituido al Servicio Forestal. El contacto entre Ponce y yo había continuado a nuestro retorno al Perú y, evidentemente, Carlos Ponce era la persona más calificada para asumir el cargo de Director de la Dirección de Conservación, que era una de las cuatro direcciones de línea. A partir de entonces, mi relación con Carlos fue estrechísima pues él y mi por entonces Director General Adjunto, Luis Cueto Aragón, también arequipeño y gran amigo de éste, eran mis más cercanos colaboradores. Entre 1973 y 1979, Carlos y yo consolidamos una amistad indisoluble, basada en grande medida en sus extraordinarias virtudes de tolerancia, generosidad, lealtad y un sentido innato de manejo ponderado de las relaciones humanas, aún las más complejas.
Así fue como Ponce intermedió y sin duda contribuyó a evitar consecuencias peores del famoso conflicto y consiguiente escándalo nacional e internacional en torno al aprovechamiento de la vicuña, entre Antonio Brack, Rudolf Hofmann y yo, por una parte, y el poderoso Felipe Benavides, por la otra. También fue Ponce quien asumió el control de la complejísima operación de liberación de centenas de monos que habían sido capturados legalmente y enviados a Lima para investigación biomédica pero que, por diversos equívocos e intrigas, tuvieron que ser devueltos a la selva. Asimismo fue Ponce quien organizó la delicada y arriesgada operación de rescate de nuestros fallecidos colegas Curry Slaymaker, Director del Parque Nacional Huascarán y Michael Rourke, jefe de la sección de andinismo. Durante esa acción un helicóptero fue derrumbado por los vientos de los glaciares. En todas esas situaciones, y en muchísimas más, Carlos siempre resolvía todo, en forma discretísima y muy efectiva.
Carlos Ponce nació el 20 de agosto de 1942, en Arequipa. Como dicho, estudió agronomía, obteniendo asimismo una licenciatura, en Moscú (Rusia, por entonces la Unión Soviética) y, luego, hizo otra licenciatura, esta vez en ecología animal y afines, en la Universidad de Lieja (Bélgica). Mas tarde obtuvo el grado de magíster en manejo forestal en la Universidad Nacional Agraria. Trabajó en el Ministerio de Agricultura (Servicio Forestal y de Caza y luego Dirección General Forestal y de Fauna) de 1967 a 1979. En 1979 fue incorporado a la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional Agraria, donde alcanzo el grado de profesor asociado y hasta 1992 dictó los cursos de política y legislación forestal, entre otros. En el momento de su fallecimiento él aún actuaba como profesor visitante en esa Universidad. En 1983 fue fundador, junto con Manuel Ríos y quien escribe, de la Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (ProNaturaleza) de la cual ha sido su segundo Presidente y reiteradas veces vicepresidente. En 1986 fue invitado por The Nature Conservancy (TNC) para trabajar en Washington, DC como Director del Programa Perú. Su estadía en esa ciudad coincidió con la división interna de TNC Internacional que originó la creación de Conservation Internacional (CI), para la que pasó a trabajar desde 1987, primeramente en Washington y después en Lima, como vicepresidente regional para los países andinos tropicales. Se retiró de CI apenas en 2006. Desde entonces el había asumido una asesoría para la Wildlife Conservation Society y, asimismo, apoyaba eventualmente a la Asociación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (APECO).
Durante su vida Carlos fue miembro de innumeras instituciones a las que siempre aportó su palabra de aliento y estímulo así como sus conocimientos y grandes habilidades diplomáticas. Además de su intensa actividad en ProNaturaleza, él fue miembro pleno del Consejo Nacional de Medio Ambiente (CONAM) y de la Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA), de quien era Presidente en ejercicio al momento de su fallecimiento. También fue o era miembro de las directivas de la Sociedad Geográfica de Lima, Colectivo de Áreas Naturales Protegidas e Hidrocarburos, Asociación de Docentes de la Universidad Nacional Agraria, Consejo Consultivo de la Asociación para la Niñez y su Ambiente, miembro vitalicio de la Real Sociedad Zoológica Belga, Tropical Foresters Association, Colegio de Ingenieros del Perú y Asociación Forestal del Perú, entre otras. A nivel internacional ha sido miembro de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la UICN desde los años 1970, habiendo participado en muchas reuniones de esta organización. Contribuyó especialmente con el tema de las reservas de biosfera. Asimismo era miembro del Consejo Consultivo de la UNESCO para los asuntos relativos al patrimonio mundial.
Hay hechos poco conocidos de la vida de Carlos Ponce como que él y el también trágica y tempranamente fallecido Rudolf Hofmann fueron codescubridores en 1976 de la presencia en el sudeste peruano, más específicamente en el río Heath, del lobo de crin (Chrysocyon brachyurus) y del ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus). Estos animales nunca antes habían sido registrados en el Perú. Ponce no era un precisamente aventurero ni deportista, pero nunca se opuso a realizar misiones peligrosas en cualquier parte del Perú, como el Manú y tantos otros parques nacionales lejanos y de difícil acceso. Otro caso que merece ser citado es su participación activa, en 1987, en las discusiones que llevaron a la creación de Conservation International. Por confesión del propio Peter Seligmann, Presidente actual de esa organización, Ponce tuvo un rol muy importante en ese proceso. Cuando él se definía profesionalmente prefería se caracterizar como especialista en política, legislación y administración de recursos naturales renovables; planeamiento y gestión de áreas naturales protegidas y planeamiento y conducción de programas de capacitación para personal en manejo de recursos renovables. Pero, en verdad, era mucho más ecléctico que eso.
Carlos Ponce era muy activo, hiperactivo para algunos de nosotros, que no podremos olvidar jamás sus rápidos pasos cortos y su impaciencia para algunos asuntos triviales que contrastaban con su enorme paciencia y calma para asuntos serios. Su inquietud lo llevó a aprovechar su tiempo disponible, especialmente cuando estaba en la Universidad, para hacer consultorías cortas en el área ambiental. Así trabajó para el World Wildlife Fund, Banco Interamericano de Desarrollo, Organización de Estados Americanos (OEA), Banco Mundial, Unión Europea, Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), Comunidad Andina de Naciones y en especial para varias agencias de las NNUU como FAO, UNDP, UNEP y UNESCO. Sus actividades lo llevaron a conocer particularmente bien las hermanas repúblicas de Bolivia y Paraguay, donde tenía muchos amigos.
De todas las habilidades de Ponce destacaba su sentido apurado de la diplomacia que le valió el apodo de “embajador de la conservación”. No por nada era primo de uno de los más importantes diplomáticos peruanos de tiempos modernos, el Embajador y actual Ministro Alan Wagner. Yo siempre apelaba a sus habilidades durante el periodo en que trabajamos juntos en la Dirección General y él, realmente, se convirtió en nuestro “ministro de relaciones exteriores” además de sus funciones referentes a áreas protegidas y fauna. Así, él tuvo un rol fundamental en las negociaciones de la cooperación técnica internacional y en asuntos tan complicados como el manejo de los acuerdos internacionales del Perú en el área ambiental. Más tarde, él consolidó esa imagen tanto al servicio de Conservation International como en todas sus intervenciones en apoyo de las instituciones en que participó.
En lo que concierne su vida personal Carlos Ponce ejercía al máximo la cualidad de la discreción. Aunque pasó casi tres décadas viviendo lado a lado de su colega y grande amigo Manuel Ríos y de su esposa Sofía, a los que Ponce visitaba casi a diario, fueron muy pocos los momentos en que dijo algo más de lo que todos sabíamos de su vida. Era un solterón empedernido y poco sabíamos de su familia. No era aficionado a la televisión pero, en cambio, leía mucho, en especial libros de historia peruana y universal y era muy selectivo con las películas y las piezas de teatro a las que asistía. Su cultura era vasta y, cuando soltaba la lengua, se podía pasar horas escuchándolo, aunque él nunca imponía su voz. A pesar de que raramente lo practicaba, él era fluente en ruso, idioma que también escribía. Además hablaba bien en francés y razonablemente bien en inglés y portugués, además de su lengua nativa, el español, que dominaba mucho mejor que la mayoría, con habilidad de jurista.
Era fino en todo sentido. Nunca olvidaba un aniversario e, inclusive recientemente, hasta me hizo pasar vergüenza cuando su bouquet de flores para mi esposa llegó antes que el mío y porqué, además, era mucho más bonito. Durante los años que pasé fuera del Perú, en Washington, él cuidó de recoger mi pensión, llevarla a mi madre y de asumir todos los problemas que yo había dejado en el Perú. Jamás mencionó el trabajo adicional, jamás pidió nada a cambio, siempre fue el amigo fiel y con el consejo cierto a flor de labios, con el que se sueña pero que es tan raro. Ponce, además, era padrino de uno de mis hijos. Y Carlos Ponce era, también, un gourmet refinado que siempre sabía escoger el restaurante cierto y el mejor plato así como el vino adecuado para cada ocasión. Pero de todas sus habilidades quizá la principal era que el hacía sentir bien a todos los que él trataba, inclusive cuando bromeaba, lo que hacía con frecuencia pero siempre con delicadeza, sin asomo de burla u ofensa.
Carlos Ponce recibió algunos honores en vida, aunque muchos menos de los que merecía. Entre ellos, fue nombrado miembro Honoris Causa del Colegio de Biólogos del Perú. Escribió bastante pero no tanto como hubiera sido deseable. Su primer libro, en coautoría con el suscrito fue “Los Parques Nacionales del Perú” (1978). Después escribió, junto con Rudolf Hofmann, Manuel Ríos y otros, el libro “Manejo de la Vicuña Silvestre” (1983). En total, participó en 6 libros y escribió unos 40 artículos científicos y de política ambiental además, eso sí, de un gran numero de informes técnicos diversos.
El domingo 9 de setiembre de 2007, en la madrugada, Carlos se sintió mal y no sobrevivió. Por eso ahora estamos escribiendo o leyendo notas como ésta, que pretenden ser un homenaje al generoso e inolvidable amigo perdido y un limitado registro del gran profesional peruano que él fue. En el concurrido funeral de Carlos todos sus amigos y colegas se daban el abrazo y el pésame los unos a los otros pues, en verdad, todos sentían que él había sido parte de nuestra familia.
Marc J. Dourojeanni
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