Cómo generar confianza
Diario El Comercio Viernes, 16 de noviembre de 2007
Por Hernán Chaparro. Psicólogo social
En el artículo periodístico del presidente García "El síndrome del perro del hortelano", hay un par de aspectos, uno de forma y otro de fondo, que se deben destacar.
Con relación a la forma, es una novedad tener al presidente escribiendo en un diario para dar su opinión sobre un tema en particular. Alan García es autor de más de un libro, donde expone sus puntos vista sobre el desarrollo del país. Además, en diversas apariciones en medios electrónicos, como la televisión y la radio, ha realizado comentarios o ha expuesto ideas al paso.
Con esta nueva forma de proponer y, esperemos, de participar en el debate, se ubica en un plano más horizontal, donde se presentan ideas y donde debería escuchar las opiniones y juicios que otros articulistas vienen desarrollando al respecto.
Algunos artículos que han comentado las propuestas del presidente apuntan a reflexionar a favor o en contra, con diversos argumentos. Sin embargo, hay otros donde, igualmente en un sentido u otro, no hacen más que repetir lugares comunes para no pensar y solo reforzar sus estereotipos. Para bien, son más los que han comentado, opinado y aportado sobre este tema, así que esperamos que el presidente escuche y responda.
Un asunto, que es una mezcla de fondo y forma, tiene que ver con el hecho de calificar de "perro del hortelano" a todos aquellos que cuestionan o se oponen a la inversión privada en la explotación de recursos naturales. ¿Permite un calificativo como ese diferenciar entre quienes se oponen radicalmente a la inversión privada en estas áreas y los que apuestan a una inversión privada responsable o sostenible?
Un tema de fondo que se obvia es la mala relación que ha existido entre la empresa privada y una serie de sectores de la población. Es cierto que hoy hay mayor conciencia sobre la responsabilidad social de las empresas y la preocupación por el desarrollo de todos es cada vez más generalizada. Pero se tiene que reconocer también que este es un proceso reciente y no está exento de contradicciones.
En el mismo artículo, el presidente señala: "Los problemas ambientales de hoy son básicamente por las minas de ayer". Se afirma, acto seguido, que en la actualidad eso ya no ocurre y que, en todo caso, dependerá del rol que el Estado asuma. El problema es que justamente la credibilidad y reputación que tiene la empresa privada y el Estado en los segmentos populares de la población es sumamente baja.
En el mundo de los estereotipos y prejuicios, que será subjetivo pero tan real como los árboles, peces o minerales que se desean explotar, la empresa privada grande está asociada al mundo étnicamente blanco y de origen extranjero. Cual gato escaldado, diversos pobladores temen la cercanía de las grandes empresas porque en su momento han vivido directa o indirectamente el abuso, la exclusión o la indiferencia. Hay mucho de recelo y prejuicio étnico, de uno y otro lado, cuando se habla de la explotación de los recursos naturales.
Si asumiéramos que, efectivamente, hay que poner en valor tanto recurso natural y humano no utilizado, qué hacer con todos los que desconfían. ¿Desaparecerlos? ¿Imponerse sin escucharlos, porque poco o nada tienen que aportar? La empresa privada tiene que acercarse y ganarse el respeto y colaboración de la población. Eso supone nuevos enfoques, nuevas estrategias, cambiar chips mentales y paciencia.